En las fronteras de la amistad y las acaricias de
espíritu-espíritu que circunda en los diálogos, podemos encontrar que: en la
memoria y su vínculo universal con el humanismo, existe adherido a la misma un
aleteo que pudiera causar grandes catástrofes. No hay amistad sin amor, ni
diálogo sin anhelo, porque toda relación humana es un carácter emocional
condicionado por la disonancia cognitiva.
En una definición banal, diríase que el amor está expuesto a
ser contaminado e infestado por los organismos que pretenden subyugarlo a sus
más íntimas y estrictas calificaciones y acciones anómalas del aparato
psíquico, que ha conocido la vida en torno a su condición social o desigualdad,
y ha mantenido una correspondencia con el desarrollo cultural-episteme para su
constitución no como ser, sino como sujeto de sobrevivencia; puesto que el
cerebro busca la explicación de los porqués que nacen en nuestras interrogantes.
También consigue la definición de las verdades intangibles de la ontología,
todo con el fin de mantenerse convencido de que el mundo que tienen frente a
sí, es cuestionablemente real.
Esta es una posición adquirida por los anhelos infestados
del contexto o la clase, pero no hay clase por más alta o baja que pueda regir
al amor de una forma tan maravillosa como lo hace la fe, aunque se difracte
como las ondas electromagnéticas sigue su destino, siempre buscando alcanzar el
punto B. (Entiéndase que todo punto de salida es A, por lo tanto siempre habrá
un punto de llegada el cual alcanzar y a ese le denominaremos B, aunque no
siempre es el fin, pero en hipótesis lo será.)
La condición del amor, hace a éste incólume, porque no se
infesta, ni se modifica, sino que se acepta tal cual para que sean los sujetos
los modificables, porque la condición humana es variable, pero la naturaleza
humana no lo es, entonces, al darle una ubicación al amor, estaría determinado
por nuestro sistema nervioso central, bajo las definiciones omitidas por sí
mismo, ante cualquier interrelación humana y por lo tanto política. Es decir,
el amor se encuentra en la naturaleza humana y se exporta a la condición
humana, pero la disonancia cognitiva justifica toda variabilidad de éste en el
mundo, pero valdría preguntarse ¿qué es el mundo?
Para Hannah Arendt (1958) “El mundo en el que la vita
activa se consume, está formado de cosas producidas por las actividades
humanas; pero las cosas que deben su existencia exclusivamente a los hombres
condicionan de manera constante a sus productores humanos.” p.13.
La vita activa está formada por tres actividades a lo
que Arendt denominó Labor, trabajo y acción¸ cada uno cumple su
función en la vida de los hombres que habitan en el mundo. Pasaré a definirlas:
· Labor es
la actividad que corresponde al proceso biológico de la especie, –no sólo la
especie humana, sino las existentes- es decir, el crecimiento, el metabolismo y
el desarrollo, puesto que son necesidades vitales, siempre existirán en el
hombre para poder garantizar la sobrevivencia de la especie. Sin embargo,
Arendt explica que “La condición humana de la labor es la vida misma”, toda
materia natural que se encuentre sin labor está muerta.
· Para
Arendt el trabajo “es la actividad que corresponde a lo no natural de la
exigencia del hombre, que no está inmerso en el constante ciclo vital de la
especie, ni cuya mortalidad queda compensada por dicho ciclo.” Es decir, el
boleto de identidad del sujeto para poder habitar el mundo, para existir entre
hombres y no perecer al vivir en la Tierra, debido a que es todo lo
condicionado por el hombre mismo en el mundo, y proporciona un sinfín de cosas
artificiales que hacen sentir amor, bienestar o satisfacción al Hombre, entre
los hombres.
· Según
Arendt la acción, como preámbulo es la “única activad que se da entre
los hombres sin la mediación de cosas o materia…” pero en sentencia “es la
actividad política por excelencia”. Aquí no existe mediación porque toda acción
conlleva una fuerza independientemente de su magnitud, la fuerza no es
mediadora aunque se dé entre pares, pero sí existen vínculos de emisión y
recepción, porque el carácter político lo exige por naturaleza, como condición
humana. El mundo es objetivo, en cambio la Tierra guarda el misterio y lo
subjetivo.
Así, una vez consumadas las tres actividades, habiendo
alcanzado su fin darían un resultado y eso se traduce en la simpleza de la
vida: natalidad, mortalidad y la acción de la condición humana, pero lo más
simple es que eso hace al Mundo. Éste no es más que el espacio en que fluctúa
toda interrelación del hombre entre los hombres, con una serie de
características y procedimientos para llevar a cabo el sistema.
De cómo el amor llega a ser lo que es
A través de los efectos de la memoria, como representaciones
de acariciar el pensamiento o la expresión humana de la vida (metáfora),
-efectos ya sido influenciados por diversos organismos externos- se acude a
determinar en el estado menos convincente y racional que el anhelo y la
satisfacción del placer mismo, al conferir el tiempo y espacio junto con la
semejanza, ya nos ha hecho infieles a nosotros mismos, y con ello a todo lo que
somos o hayamos dejado de ser simplemente porque fuimos, y eso, no deja de ser,
puesto que ya fue determinado en el espacio-tiempo del ser entre los
individuos.
San Agustín dice que «Amar no es otra cosa que anhelar algo
por sí mismo» Ep.Ioan. I,3
Para Platón (427-327a.c) «El amor es pérfido»
Inevitablemente esto nos lleva o conduce a la exploración de
la amoralidad del amor, pues, al someternos a éste, se pierde la condición
individual para adquirir otra, ésta vez adherida al sentimiento del sujeto
externo.
Sartre (1943) piensa que “Soy poseído por el prójimo; la
mirada ajena modela mi cuerpo en su desnudez, lo hace nacer, lo esculpe, lo
produce como es, lo ve como yo no lo veré jamás. El prójimo guarda un secreto:
el secreto de lo que soy. Me hace ser y, por eso mismo, me posee, y esta
posesión no es nada más que la conciencia de poseerme.”
Tal adhesión contiene factores determinantes que han
influido en la formación y evolución del hombre, y eso los conlleva a ser
infestados o simplemente modificados, -puesto que el mundo es modificable, y
quienes conducen a éste son los hombres- demostrando que la adquisición de un
beneficio atenta contra nuestra constitución de manera irreversible, como
también las no posesiones profundizan en el desmoronar del hombre, pero pudiera
no ocasionar el mismo efecto en el sujeto nacido para la sociedad y no el
primero, hecho parte de los grupos amorales e infieles o simplemente un ser
pensado antes que pensante.
La condición humana es inmodificable sólo en ciertas
cuestiones, varía pero no se repite, es irreversible y genuina, no reencarna,
sólo tiene cabida una vez en la vida, una segunda vez en la muerte y una
tercera en la memoria, pero ésta última se encuentra en la vida y la vida
también en la muerte. No obstante, lo modificable es el Mundo, no el mundo,
sino el Mundo que han organizado los hombres en la tierra para el monopolio y
la jerarquía, la división y la clase, en un ambiente igualitario, puesto que la
condición humana es semejable e igualitaria, pero irrepetible. Todos somos
humanamente humanos, políticamente humanos y estúpidamente hombres, adulterados
por el conocimiento aún ignorando e ignorantes todavía conociendo. No obstante,
los hombres jamás son absolutamente condicionados.
Entonces, el producto de una relación no es sólo la
experiencia y la satisfacción de la representación de la metáfora o el sentido
vacío de la vida, sino las posesiones del espíritu. Pues, haber influido en
alguien es haber sujetado su ser al espíritu exhortador, y por lo tanto, el
suprimir el origen del sueño al vencer las sombras de los acontecimientos que
opacan al hombre mismo.
Sea para bien o para mal, pero la expresión humanista es un
robo al sujeto que pudiera traducirse a un simple desplazamiento del espíritu
en la trayectoria de los planos. Esto es sólo y en tanto al sujeto, debido a su
condición en el Mundo. Entonces, como ejemplo a la relación amorosa encontramos
el siguiente relato:
“Habían caído en el deseo, en
una fuerza extraña que terminaba por emborrachar y dormir a las neuronas; y el
placer los hacía consumarse, hasta redimirlos y tumbarlos en eso que los moralistas
repudian a boca y adoran en práctica. Pero se amaban.
-Te amo porque te he visto tierna y también madurar como los
cerezos, que fueron afectados por la primavera.
-Nos hemos elevado.
-Hasta la consagración de algo con una fuerza espiritual de
suma grandeza.
Sus senos yacían sobre sí, su pecho desnudo parecía la cima,
y él se acurrucaba entre sí, en la desnudez de su cuerpo; y su alma se adhería
a la de él. Victoria hubo atrapado toda su percepción a través de la lujuria,
dándole una vida de placeres elevados, aires fríos, logrando consagrar el
sentimiento del amor más que carnal”.
Ahora bien, las palabras tierna y madurar utilizadas
en la expresión literaria, nos conduce a la psiquis y los anhelos, deseos
naturales posesivos del instinto, estimulados por un sujeto (pareja) y por
muchos sujetos (ejemplos) que han contribuido al desarrollo de la expresión.
Encontramos posesiones determinantes, influenciadas por el
desarrollo cultural, ya que el origen de la tragedia germina del hombre, éste
necesita sólo estímulos y al ser instado a través de diversas correspondencias
y en el contacto con la naturaleza del sujeto singular (elementos connaturales
del genoma humano), queda expuesto a ejecutar su más irreversible índole.
Por consiguiente, al describir: “Su pecho desnudo parecía la
cima…”, revela la psiquis de otro sujeto, pero también vagamente infestado
(influenciado por agentes externos o simplemente su círculo social). De modo
pues, que al encontrarnos luego con la frase: “… dándole una vida de placeres
elevados…”, pudiéramos decir que quien adquiere la elevación sólo él puede así
concebirla, puesto que son cuestiones del alma y ningún alma humana tiene un
tratado para asignación o posesiones del signo espiritual, antítesis del sujeto
y el espíritu.
Ahora bien, en el siguiente ejemplo se concibe que: se
presenta un parsimonioso complejo de Edipo, entre madre e hijo. Pues, el
desarrollo del relato es:
“Harold tenía 73 castañuelas y
concebía tener la vida llena de experiencias y sabiduría bíblica. Jamás tuvo
para sí, un amor que no terminara después de unos polvos en la cama, y el día
que lo encontró, sufrió la desventura de que ese hombre era fiel y apegado al
machismo que todavía a los 80 tuvo que aceptar al vivir con él, hasta que
murió. Fue así como el hijo producto de esa relación ha concebido la carga
genética de quien lo engendró, y hoy presenta un cuadro de demencia, violencia
e irritabilidad. Lleva una vida sedentaria, se sumerge en la ociosidad y a los
35 años de edad sigue siendo criado por la escasa pensión de Harold y las
ilusiones materialistas que su padre le hubo fecundado en el aparato psíquico
antes de morir.
Otrora, Harold rechazó aquella relación por maltrato y
violencia del género; años después en consideraciones los hijos mayores
ofrecieron estadía en el hogar al señor Miguel, porque se hubo dado un disparo
en el testículo izquierdo ante la ociosidad y atracción por las armas.
A simple vista las relaciones matrimoniales no se mantenían,
ahora era sólo una apática atención cotidiana y desde entonces, problemas entre
hermanos producto de celos (influencias psicológicas constituidas de
emociones), ante la adquisición de bienes materiales por la condición del
esfuerzo del hombre, ha hecho que la madre tenga preferencia y mayor
sobreprotección por ese hijo ocioso que fue producto de su relación con el
agente externo ya infestado, en la cobardía del sujeto, ha alabado y complacido
hasta llegar a envenenar el alma de una madre para con los demás hijos,
producto de un trastorno obsesivo compulsivo; refugiándose en las aguas de
Edipo.
Fracasó en la práctica de concebir un hogar, a causa del
sedentarismo, no le queda más que aferrarse de tal modo, todo con el fin de
alcanzar ese deseo que viene intrínseco a sí, pero ahora ha sido despertado a
través del estímulo. A todo esto, existe también un anhelo materialista y éste
es el elemental objetivo de quedarse con los bienes, el día en que su madre
muera, declarando un ambiente de hostilidad en el hogar maternal, gobernado en
la absurda decadencia del alma del hombre soberbio y celoso.”
Se extrae la característica persuasiva que recibe la madre y
todo éste proceso de seducción que a través de los años y la influencia
determinada por los deseos de otros, hacen infestar el amor y tirarlo hasta el
más profundo poso de amoralidad, porque éste no soporta la condición de hombre.
Ni la madre es fiel a sí, como tampoco a su preferido, ni éste a su víctima.
Entonces, la interrelación debería ser una exposición sin interés, puesto que
si te atrapa, has dejado las puertas abiertas para que se ejecute el proceso
amoral del amor: subyugación o posesión del espíritu del sujeto.
El origen de la tragedia
Puesto que para Kant es el sujeto quien construye la
realidad, gracias a la mente, podemos acuñar más tarde que éste está
constituido de deseos, como lo demostró Hegel (1807) en su obra fenomenología
del espíritu. En éste desarrollo expuso a través de la dialéctica del amo y el
esclavo que el hombre se enfrenta a su semejanza porque tiene el deseo de ser
reconocido pero éste otro también mantiene sus anhelos y sólo quien no le teme
a la muerte, puede sujetar al otro manteniendo el dominio.
Muchos años después, se desarrolla ésta temática desde un
enfoque clásico: Estimulo-Respuesta (E-R) y su antítesis. A considerar, Robert S. Woodworth (1869-1948) se opuso a
éste enfoque debido a que E-R es sólo una parte de lo que aquí llamaremos el
origen de la tragedia, dejando expuesto su contexto funcional. Pero para esto
toma elementos de varios sistemas elaborados por James y Dewey.
“La estructura del organismo, sus reservas de energía, las
actividades que desarrolla y su condición general están comprometidas
conjuntamente en la determinación de la respuesta” P.2150.
Valdría preguntarse ¿es suficiente con el estímulo?
Evidentemente no, Woodworth completó la teoría de Dewey al distinguir entre
mecanismos (respuestas o conjunto de respuestas) e impulsos (condición interna
del organismo), para accionar un percutor se necesita al menos un ejecutador
pero toda la acción que será un proceso de adaptación del organismo ante una
situación.
La naturaleza humana siempre ha cumplido con las
características de un camaleón y como lo expresó Aristóteles (384-322a.c) “El
hombre solitario es una bestia o un Dios”. Inevitablemente la libertad con la
que nace lo hace un ser político, el mundo lo hace practicarlo y las
civilizaciones lo obligan a que sea así y sólo así.
El estímulo no sería el culpable de que se ejerza un cambio
radical en algo de naturaleza extrema, sino sólo uno de los elementos del
proceso, que hará consumar la metamorfosis del hombre, de los organismos, de
los cuerpos para pasar a ser condicionados por la sociedad civil y/o por el
sujeto amado, haciendo inherente a la humano la condición de la amoralidad del amor,
porque la condición del amor es la amoralidad.
La fe ha sido el punto principal de todo este desarrollo,
debido a que en la historia viva, quienes habitan al mundo han demostrado la
fuerza que la constituye. Ninguna moral del mundo ha podido jamás con la fe
porque en ella se refugia la naturaleza del amor. Sólo los ojos de los magos
pueden ver los hechizos, sólo los cantos de una sirena pueden persuadir a
Odiseo, como sólo el amor pudo hacer de Shakespeare un romántico eterno en la
expresión mundana de la vida.
Las sobre-valoraciones han matado la verdad, debido a que la
infidelidad única que existe en el mundo es la de aceptar ser poseído por otro,
considerar como bien intrínseco el acariciar espíritu-espíritu de dos seres
porque al final del cuento, quien guarda los más claros detalles de la
oscuridad de nuestro origen, es también el otro.
Conclusión
Muchos conceptos abundan del amor, pero quienes mejores le
han definido son los poetas que durante mucho han hecho del oficio el arte de
la expresión sublime, debido a que jamás han puesto un punto y final para
seguir dándole adjetivos a una fuerza irracional. Por eso, el pensamiento
arendtiano que predomina en todo el curso, busca resaltar no a la historiadora,
sino a la filósofa poeta que supo hacer de la expresión misma lo que muchos no
han podido.
La humanidad avanza en un sinfín de inventos y cada vez más
enfrenta transformaciones, según las declaraciones de los líderes mundiales
¿pero el amor habrá evolucionado? ¿Puede el amor modificarse? ¿La condición del
amor será verdaderamente la amoralidad? ¿Podrá el mundo soportar al fantasma
pícaro que no ha apresado nadie jamás, ni tampoco la historia? ¿Por qué el ser
y la fe son cuestiones que alimentan al amor?
Referencias:
Grupo Oceano. (2002). Gran Enciclopedia Interactiva siglo
XXI, tomo VIII. España: MMII EDITORIAL OCEANO.
Hannah Arendt. (2009). La condición humana. Buenos Aires :
Paidós .
Hannah Arendt. (2001). El concepto de amor en San Agustín.
Madrid: Ediciones Encuentro, S.A.
Jean-Paul Sartre. (1943). El ser y la nada. Francia :
Lectulandia.
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